El municipio de Rayones, enclavado en la Sierra Madre Oriental, se ha convertido en una zona de alto riesgo debido a la creciente presencia del crimen organizado y la falta de respuesta efectiva por parte del gobierno estatal. La violencia, el miedo y el abandono han transformado la vida cotidiana de los habitantes, quienes denuncian la ausencia total de autoridades y el colapso de las funciones municipales.
Retenes, palacio cerrado y miedo generalizado
Rayones, ubicado en la región citrícola de Nuevo León, y colindante con municipios como Montemorelos, Iturbide, Linares, Galeana y Santiago, así como con el estado de Coahuila, ha sido invadido por el crimen organizado en las últimas semanas. Los grupos delictivos han instalado retenes ilegales, controlando los accesos y salidas del municipio, lo que ha provocado un clima de tensión, incertidumbre y miedo entre la población.
Además, la situación alcanzó un punto crítico cuando el palacio municipal fue cerrado durante varios días, paralizando las funciones del ayuntamiento. Fuentes locales relatan que el alcalde Rolando Montoya del Bosquehabría abandonado el municipio para resguardarse en otro lugar, dejando a la población sin liderazgo y sin protección.
“Estamos viviendo una situación muy fea. Llegaron estas gentes y se metieron aquí. Ya sabemos que la presidencia municipal no nos sirve de mucho. Tenemos que cuidarnos como podamos nosotros solos, porque es la única forma de defendernos”, narró una habitante que pidió mantenerse en el anonimato.
Ubicación estratégica para el crimen… y para el olvido
Una de las razones por las que Rayones ha sido blanco del crimen organizado es su ubicación geográfica privilegiadapara actividades ilícitas. El municipio cuenta con múltiples brechas que permiten interconectarse a cinco puntos distintos, facilitando el tránsito de grupos criminales y dificultando la intervención oportuna de las fuerzas de seguridad estatales o federales.
Al estar inmerso en la sierra, el acceso al municipio es complicado, lo que ha sido aprovechado por los delincuentes para operar con impunidad. Esta condición también representa un obstáculo para el envío rápido de refuerzos de seguridad o el despliegue sostenido de fuerzas del orden, que suelen concentrarse en las zonas urbanas de mayor visibilidad política.
El miedo vence al turismo y al silencio
Aunque algunos vecinos han pedido no divulgar la situación por temor a afectar el turismo, otros han decidido hablar, priorizando la seguridad y la vida familiar por encima de las consecuencias económicas.
“Hay quienes no quieren hacer ruido para no espantar a los pocos turistas que llegan. Pero yo pienso que lo primero es cuidar la vida, a la familia, que a los visitantes. Porque de que está muy tenso y muy feo todo, es cierto”, comentó una vecina.
La zona citrícola es una región con fuerte vocación agrícola y potencial turístico, gracias a sus paisajes, clima y tradiciones. Sin embargo, la creciente violencia en Rayones amenaza con deteriorar gravemente el tejido social y económico de la zona, mientras las autoridades estatales siguen sin presentar una estrategia clara de seguridad.
La Guardia Nacional llega tarde
Fue apenas tras varios días de crisis que elementos de la Guardia Nacional comenzaron a recorrer el municipio, luego de que se diera a conocer que el palacio municipal había cerrado sus puertas y que el alcalde había salido del municipio.
Según los testimonios, la presencia de la Guardia Nacional ha reducido ligeramente la tensión, pero el miedo y la desconfianza persisten entre los habitantes, quienes sienten que fueron abandonados a su suerte en un momento crítico.
Críticas al gobierno municipal y estatal
La actuación del alcalde Rolando Montoya del Bosque ha sido duramente criticada por habitantes como Roberto, quien posee una casa de campo en Rayones. Él asegura que hace dos meses no visita el lugar por temor, y que en Semana Santa lo hará solo si se mantiene encerrado y con precauciones extremas.
“Estoy de acuerdo en que va a estar canijo que él pueda con todo el paquete, pero al menos debe de avisar más arriba para que vengan refuerzos. Dicen que fue el primero en poner tierra de por medio. Que de perdido le diga a la gente que no puede con el paquete, pero no, nomás ve por él”, señaló.
Las quejas también alcanzan al gobierno estatal encabezado por Samuel García, a quien los pobladores señalan por falta de acción y de presencia en la zona citrícola, donde otros municipios como Montemorelos, Galeana, Hualahuises, Linares y Allende también han sufrido episodios violentos.
El polígono del peligro
La violencia no es nueva en la zona. El llamado “polígono del peligro” abarca varios municipios del sur de Nuevo León donde el crimen organizado ha incrementado su influencia. Apenas el jueves pasado, un reporte de Fuerza Civildetalló un enfrentamiento en la comunidad Congregación Calles (también conocida como “El Blanquillo”), donde cinco presuntos delincuentes habrían sido abatidos.
Este tipo de operativos, aunque necesarios, llegan tarde y de forma reactiva, lo que demuestra la falta de una estrategia preventiva y de inteligencia para recuperar el control del territorio.
La ausencia del Estado como constante
Más allá del caso puntual de Rayones, la ausencia del Estado en zonas rurales de Nuevo León ha sido una constante durante los últimos años. El centralismo de las políticas públicas y la falta de inversión en seguridad, infraestructura y desarrollo social han convertido a estas regiones en espacios propicios para el avance del crimen organizado.
En lugar de reforzar la presencia institucional, el gobierno estatal ha enfocado su discurso en megaproyectos, eventos públicos y campañas de imagen, mientras los municipios más vulnerables claman por auxilio sin obtener respuesta.
Palabras clave ignoradas: seguridad, coordinación y justicia
Lo que ocurre en Rayones debería ser una alerta roja para las autoridades estatales y federales. El combate al crimen organizado no puede depender de acciones aisladas ni de intervenciones tardías. Se requiere una coordinación efectiva, inversión constante en capacitación policial, inteligencia territorial, y sobre todo, voluntad política para enfrentar a los grupos que amenazan con tomar control de más regiones del estado.
Rayones como reflejo de una crisis más amplia
Rayones no es un caso aislado, sino el reflejo de una crisis estructural en la política de seguridad de Nuevo León. El miedo que hoy viven sus habitantes es compartido por muchas otras comunidades que se sienten fuera del mapa de las prioridades gubernamentales.
Los vecinos no solo piden apoyo: exigen respuestas, presencia real del Estado y una estrategia integral que garantice lo más básico: vivir en paz.
Hasta ahora, solo han recibido silencio.